Leif Vargsen nació una noche de tormenta en Bergen, al oeste de Noruega, con el rugido del mar golpeando los fiordos como un presagio. Su nombre, "hijo de Varg", no fue casual. Su padre, Varg Nilsen, era un militar curtido, silencioso y severo, miembro activo del ejército noruego y uno de los fundadores del club motero Fenrirs ætlinger —"Los descendientes de Fenrir"—, un grupo que mezclaba el culto a la libertad sobre dos ruedas con una reverencia casi ritual hacia el lobo mitológico.
Su madre, Astrid Nilsdatter, era una figura completamente opuesta: profesora de literatura en una escuela secundaria de Bergen. Amaba la palabra escrita, la poesía nórdica antigua, las novelas góticas y el cine de autor. De ella, Leif heredó la pasión por contar historias, por los relatos oscuros, por el arte de narrar el abismo sin caer en él.
A los 23 años, harto de la rutina y con una necesidad casi espiritual de buscar "algo más", vendió todo lo que tenía, se compró una Harley Davidson Iron 883 modificada, y cruzó el Atlántico con destino a Miami.
El plan era claro: recorrer Estados Unidos de costa a costa, sin mapa y sin prisa. Documentar la cultura subterránea, los clubes moteros, los conciertos de garaje, las reservas naturales olvidadas, y si tenía suerte... alguna historia digna de contarse.
Pero la carretera le dio más de lo que esperaba. En una zona pantanosa de Louisiana, mientras fotografiaba una antigua cabaña semienterrada por la vegetación, creyó ver una criatura bífida desaparecer entre la maleza.
En Arizona, fue perseguido durante tres noches por lo que describió como un hombre de ojos completamente blancos, que solo aparecía en las fotografías al revelarlas. En Utah, se infiltró en una caverna cerrada por el gobierno donde encontró símbolos grabados que coincidían con los manuscritos antiguos que había visto en los libros antiguos de su madre.
Desde entonces, la criptozoología, lo oculto y lo paranormal se convirtieron en su obsesión. Leif comenzó a formar parte de foros, grupos privados, redes ocultas, y hasta fue invitado por una secta gnóstica urbana en Chicago que aseguraba conocer “el verdadero origen del hombre”.
Ha trabajado como fotógrafo para revistas de naturaleza, de rock, de motocicletas y, en más de una ocasión, como investigador externo para “cazadores de fantasmas” y documentalistas de fenómenos inexplicables.
Actualmente vive de forma nómada, viajando con su moto, su mochila y su cámara. Duerme en moteles baratos, garajes, o en casas de amigos que va dejando atrás. Escucha heavy metal, ama las películas de serie B, y lleva tatuado el símbolo rúnico de "Fenrir encadenado" en el pecho.
Sigue escribiendo guiones de terror para cine independiente, relatos cortos que a veces publica en revistas pulp digitales bajo pseudónimos. Sus historias tienen una oscuridad visceral, demasiado real para quienes lo conocen de cerca.
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