martes, 15 de julio de 2025

Messiah of Evil: El evangelio perdido del terror psicodélico

En algún rincón olvidado de la California costera, donde el mar rompe con desgana contra las rocas y el cielo parece más una amenaza que un refugio, ocurre algo extraño. No hay gritos, ni persecuciones frenéticas. Solo una quietud enfermiza, una especie de malestar contenido, como si el aire mismo supiera que algo terrible está por ocurrir. Así es el mundo de Messiah of Evil, una película rodada en 1971, pero que no vería la luz hasta 1973, y que desde entonces se ha convertido en uno de los secretos mejor guardados del cine de terror.

Dirigida y escrita por Willard Huyck y Gloria Katz, pareja en lo profesional y en lo sentimental, la cinta fue concebida antes de que ambos trabajaran en éxitos como American Graffiti o Indiana Jones and the Temple of Doom. Pero aquí no hay nostalgia adolescente ni aventuras exóticas. Messiah of Evil es otra cosa: un descenso lento y alucinado a un infierno costero, poblado por muertos vivientes que no corren ni gruñen, pero observan. Siempre observan.

La historia sigue a Arletty, una joven que viaja a un pueblo llamado Point Dume (un lugar real, pero aquí transformado en pesadilla) en busca de su padre artista, del que hace tiempo no sabe nada. Lo que encuentra es una comunidad sombría, habitantes extraños de piel cenicienta, y un misterio antiguo que parece tener raíces en la noche americana más profunda: la llegada de un "Mesías del Mal", una figura mítica que traerá una nueva era de oscuridad. La narrativa avanza como un sueño febril, sin necesidad de explicaciones, dejando que la atmósfera lo diga todo. Porque en esta película, el ambiente es el verdadero protagonista.

Y es que en líneas generales, el ambiente es onírico, surrealista y muy cargado. En momentos me recuerda a la película de Lemora. No tanto por la trama, como por su admósfera 

Rodada con bajo presupuesto y muchas limitaciones técnicas, Messiah of Evil destaca por un diseño visual que bordea lo pictórico. Los escenarios interiores —particularmente la casa del padre de Arletty— están cubiertos de murales gigantescos, que le dan a cada escena una sensación teatral y perturbadora. El uso del color es hipnótico, reminiscente de los giallos italianos y de la estética psicodélica de finales de los 60. Cada plano parece sumido en una irrealidad deliberada, como si la película estuviera soñando con otra película dentro de sí misma. 

Cuando se estrenó, pasó casi desapercibida. La distribución fue mínima, y el título cambió varias veces —Dead People, Return of the Living Dead, entre otros— lo que contribuyó a su confusión y olvido. Pero como muchas obras malditas, encontró una segunda vida gracias a los cinéfilos y coleccionistas que empezaron a redescubrirla en VHS y DVD en los años 90 y 2000. 

Hoy, Messiah of Evil figura en listas de culto, y ha sido reivindicada por críticos como Kim Newman y revistas como Sight & Sound o IndieWire, que la incluyó entre las 100 mejores películas de terror de todos los tiempos. 


Entre las escenas más memorables —y que han asegurado su estatus legendario— están la del supermercado nocturno, en la que una mujer es devorada lentamente por una multitud de zombis silenciosos, y la del cine abandonado, donde el horror se manifiesta sin necesidad de un solo grito. Ambas secuencias son ejemplos de cómo el terror puede construirse desde el silencio, el encuadre y el tiempo. 

Una curiosidad poco conocida: la película se filmó en gran parte con recursos propios del equipo, y muchas de las localizaciones reales eran casas de amigos o escenarios tomados sin permiso. Pese a ello, lo que lograron fue un universo propio, una especie de purgatorio californiano al que solo se accede si uno está dispuesto a perderse. 

Messiah of Evil no es una película para todos. No da respuestas fáciles ni persigue el susto inmediato. Pero para quienes se adentren en su ritmo hipnótico y su estética espectral, es una experiencia inolvidable. Un eco de otra época, en la que el terror se cocinaba a fuego lento, y el miedo no era un sobresalto, sino una presencia que iba invadiéndolo todo, como el mar que amenaza con tragarse Point Dume.


sábado, 12 de julio de 2025

Un nuevo personaje para la llamada de Cthulhu.. LEIF VARGSEN

Leif Vargsen nació una noche de tormenta en Bergen, al oeste de Noruega, con el rugido del mar golpeando los fiordos como un presagio. Su nombre, "hijo de Varg", no fue casual. Su padre, Varg Nilsen, era un militar curtido, silencioso y severo, miembro activo del ejército noruego y uno de los fundadores del club motero Fenrirs ætlinger —"Los descendientes de Fenrir"—, un grupo que mezclaba el culto a la libertad sobre dos ruedas con una reverencia casi ritual hacia el lobo mitológico. 

Su madre, Astrid Nilsdatter, era una figura completamente opuesta: profesora de literatura en una escuela secundaria de Bergen. Amaba la palabra escrita, la poesía nórdica antigua, las novelas góticas y el cine de autor. De ella, Leif heredó la pasión por contar historias, por los relatos oscuros, por el arte de narrar el abismo sin caer en él.

De niño, Leif vivió entre dos mundos: el de la disciplina militar y las rutas de montaña con su padre, y el del calor de las palabras, los libros y las historias que le contaba su madre antes de dormir. Pronto aprendió a manejar una cámara, a escribir con rabia y precisión, y a desmontar y montar una moto sin esfuerzo. 

A los 23 años, harto de la rutina y con una necesidad casi espiritual de buscar "algo más", vendió todo lo que tenía, se compró una Harley Davidson Iron 883 modificada, y cruzó el Atlántico con destino a Miami.

El plan era claro: recorrer Estados Unidos de costa a costa, sin mapa y sin prisa. Documentar la cultura subterránea, los clubes moteros, los conciertos de garaje, las reservas naturales olvidadas, y si tenía suerte... alguna historia digna de contarse.

Pero la carretera le dio más de lo que esperaba. En una zona pantanosa de Louisiana, mientras fotografiaba una antigua cabaña semienterrada por la vegetación, creyó ver una criatura bífida desaparecer entre la maleza. 

En Arizona, fue perseguido durante tres noches por lo que describió como un hombre de ojos completamente blancos, que solo aparecía en las fotografías al revelarlas. En Utah, se infiltró en una caverna cerrada por el gobierno donde encontró símbolos grabados que coincidían con los manuscritos antiguos que había visto en los libros antiguos de su madre.

Desde entonces, la criptozoología, lo oculto y lo paranormal se convirtieron en su obsesión. Leif comenzó a formar parte de foros, grupos privados, redes ocultas, y hasta fue invitado por una secta gnóstica urbana en Chicago que aseguraba conocer “el verdadero origen del hombre”.

Ha trabajado como fotógrafo para revistas de naturaleza, de rock, de motocicletas y, en más de una ocasión, como investigador externo para “cazadores de fantasmas” y documentalistas de fenómenos inexplicables. 

Actualmente vive de forma nómada, viajando con su moto, su mochila y su cámara. Duerme en moteles baratos, garajes, o en casas de amigos que va dejando atrás. Escucha heavy metal, ama las películas de serie B, y lleva tatuado el símbolo rúnico de "Fenrir encadenado" en el pecho.

Sigue escribiendo guiones de terror para cine independiente, relatos cortos que a veces publica en revistas pulp digitales bajo pseudónimos. Sus historias tienen una oscuridad visceral, demasiado real para quienes lo conocen de cerca.







FICHA DEL PJ para jugar partidas de LA LLAMADA DE CTHULHU 7º edición

jueves, 10 de julio de 2025

The History of Metal and Horror: Cuando el grito se volvió guitarra

En un mundo donde las sombras se proyectan con la intensidad de un riff distorsionado, existe un punto exacto donde el horror y el heavy metal se encuentran, se reconocen… y se funden. De ese oscuro y fascinante cruce nace The History of Metal and Horror, un documental dirigido por Mike Schiff, estrenado en 2021, que propone algo más que una crónica: una exploración íntima y visceral sobre la relación entre el miedo y el volumen, entre las películas de terror y la música más estridente del planeta.

El germen de este proyecto brotó del amor profundo de Schiff por ambos universos. Técnico de postproducción con años de experiencia en televisión, creció viendo películas de zombies y escuchando guitarras que parecían salidas del mismísimo infierno. Un día, se hizo la pregunta que todos los fanáticos de ambos mundos se han hecho alguna vez: ¿por qué el metal y el terror se atraen tanto?. 

Con esa pregunta como detonante, Schiff emprendió una cruzada que lo llevó a entrevistar a más de sesenta figuras clave. Por un lado, leyendas del metal como Alice Cooper, pionero absoluto del shock rock, Rob Zombie, que ha sabido reinar tanto en los escenarios como tras las cámaras, Kirk Hammett de Metallica, obsesionado con el horror desde niño, Dave Mustaine (Megadeth), Corey Taylor (Slipknot), Tom Araya (Slayer), Jonathan Davis (Korn), entre muchos otros. Por el otro, una galería de íconos del cine de terror que no necesita presentación: John Carpenter, Tom Savini, Kane Hodder, Doug Bradley, Bill Moseley, Michael Berryman… leyendas cuyas máscaras, cuchillas y miradas vacías aún habitan nuestras pesadillas. 

El documental se rodó principalmente en Estados Unidos, y más que entrevistas aisladas, propone un recorrido casi narrativo, con segmentos conducidos por Michael Berryman, el inolvidable rostro de Las colinas tienen ojos, en una especie de historia postapocalíptica que sirve como hilo conductor. Este recurso le otorga al film una estética de cómic de horror o videoclub ochentero, cargado de nostalgia, pero también de crítica cultural.

he de reconocer que me llamó la atención el propio titulo y la portada con la que acompañaron al documental. Metal y horror es algo que siempre atrae, especialmente a un metalero fanático de los años 80 y seguidor del cine de terror como soy yo. Aún así y a pesar de mi admiración por los dos generos.. he de decir que no me terminó de convencer el formado del documental. 

Se centra principalmente en entrevistas, como ya he comentado, y a mi modo de ver, eso, reduce la capacidad de poder hacer un reportaje con voz en off, acompañado de entrevistas, que añadiera mas información destacada, así como datos y conclusiones, que abalaran todo lo reseñado a lo largo del metraje. 

A lo largo de la "peli", se explora cómo el cine de horror influyó en la estética, las letras y el imaginario de muchas bandas. Black Sabbath, por ejemplo, toma su nombre de una película de Mario Bava. Iron Maiden construyó su identidad visual sobre ilustraciones salidas del terror más pulp. Incluso géneros extremos como el death o el black metal se alimentan de lo macabro, lo oscuro, lo profano. 

Pero el vínculo no es solo estético. Muchos músicos relatan cómo el horror fue una vía de escape en su juventud, una forma de enfrentarse a sus miedos y darles forma. Del mismo modo, los cineastas ven en el metal una forma sonora de canalizar el caos, la rabia, la transgresión. Ambos géneros han sido históricamente marginados, censurados, incomprendidos… y por eso, han crecido juntos.

El mensaje final del documental no se expresa en una frase cerrada, sino en la suma de todas las voces: el heavy metal y el cine de terror son dos caras de una misma moneda. Una moneda que gira entre la catarsis y la provocación, entre la liberación y el morbo. Ambos nos permiten mirar al abismo sin saltar, reírnos de nuestros miedos mientras la sangre (real o metafórica) salpica la pantalla o los altavoces.

Yo voy más allá.. el heavy metal es un sub producto cultural de los años 80, y por ello se nutre culturalmente de todo el mundo de aquellos años magníficos. No solo el terror de los 70 y 80, si no también la literatura que empezó a leerse a nivel global en aquellos años, y el cine de espada y brujería o la literatura fantástica de héroes y mazmorras

Todo ello ha dado forma al Heavy metal, y estoy seguro que si el documental hubiera ampliado el concepto, gran parte de los músicos entrevistados habrían hablado igualmente de forma positiva de películas como: el señor de los anillos, Conan el bárbaro, Excalibur etc.. Insisto, el heavy fue hijo de su tiempo, y en esos tiempos el mundo de la cultura por diverso que fuera, estaba estrechamente relacionado.  

The History of Metal and Horror fue muy bien recibido en festivales especializados, llevándose el premio a Mejor Documental en el Macabre Faire Film Festival y el FearNYC Film Festival, entre otros. Críticos y fanáticos elogiaron especialmente su enfoque nostálgico pero riguroso, su desfile de figuras legendarias y su capacidad para articular un discurso coherente entre dos mundos que, hasta ahora, convivían sin demasiada reflexión.

Algunos críticos mencionaron que el documental pudo haber profundizado más en subgéneros extremos, como el black metal o movimientos menos comerciales, y que faltaron ciertas figuras clave, pero en conjunto, se le reconoce como una pieza fundamental para entender por qué, en el fondo, los gritos desgarradores y los solos de guitarra no están tan lejos uno del otro.

Yo no diría que es la obra de arte esperada, es un documental curioso, fácil de ver, algo largo en su extensión a mi entender, dado lo cual, en ocasiones puede hacerse pesado... Pero en líneas generales es un documental entretenido de ver, que arroja una buena reflexión relacionando el mundo del terror y el metal. 

Aunque ya digo.. me habría gustado que se preguntara mas a psicologos, sociólogos, y en general se hiciera un poco de tratamiento mas profundo sobre ello. Incluso filósofos hablando de sus conceptos filosoficos sobre por que el metal y el mundo "freak" ha estado tan relacionado.. Al limitarse solo a cantantes, músicos, y gente del cine de terror... hay veces que parece que todo queda en casa y el transfondo real es superficial. 

De cualquier modo, si eres fan del heavyu metal / rock, y te gusta el mundo del terror, yo le daría una oportunidad, seguramente te gustará y entretendrá, dejando en ti un buen recuerdo de aquellos tiempos vivido entre discos en vinilo y videoclubes. 

miércoles, 9 de julio de 2025

Sybil Danning: Reina del Cine de Culto y Dama de los Aullidos

En un Hollywood donde las mujeres eran a menudo reducidas a víctimas, damiselas o simples adornos, Sybil Danning emergió como una figura disruptiva. Su mezcla de carisma, fuerza, erotismo y actitud la convirtió en un icono del cine de género, especialmente en la serie B de los años 70 y 80. Dueña de una presencia imponente, Danning supo navegar entre el horror, la acción y la ciencia ficción como pocas, hasta consagrarse como la inigualable "reina de los hombres lobo" en Howling II: Your Sister is a Werewolf.

Sybil Danning nació el 24 de mayo de 1952 en Wels, una ciudad al norte de Austria, bajo el nombre de Sybille Johanna Danninger. Su infancia no fue sencilla: su padre, un militar estadounidense, y su madre, una enfermera austríaca, se separaron cuando ella era pequeña. Fue criada por su madre y abuela en un entorno modesto, donde aprendió desde temprano el valor del trabajo duro y la independencia.

Durante su juventud vivió entre Austria y Alemania Occidental. En sus primeros años de adulta trabajó como asistente dental en una base militar de la OTAN, una labor muy alejada de las cámaras, pero que sería clave para que aprendiera inglés y se desenvolviera en ambientes internacionales. 

Su salto a la fama comenzó con una carrera como modelo, lo que la llevó a participar en producciones cinematográficas europeas de bajo presupuesto a finales de los años 60 y 70. Estas primeras experiencias en el cine la acercaron al mundo del espectáculo, aunque no eran papeles especialmente memorables. 

Fue a finales de los años 70 cuando Sybil decidió probar suerte en Estados Unidos. Ya con una mezcla magnética de belleza nórdica, tono corporal atlético y mirada felina, comenzó a ser contratada para películas de acción, horror y ciencia ficción. Su dominio del inglés, su voz grave y su presencia fuerte hicieron que rápidamente se convirtiera en una figura reconocible en el panorama del cine de explotación.

Entre 1978 y 1988, Sybil Danning participó en más de 30 películas, muchas de ellas producciones independientes o para televisión, donde interpretaba a mujeres poderosas, temidas y deseadas. Su imagen combinaba sensualidad con fuerza, y rompía con los estereotipos de la mujer débil o sumisa de los años 70.  Fue un rostro habitual en los film de serie B de aquella década, normalmente interpretando papeles secundarios en peliculas ambientadas en junglas o espacios aislados de la mano de dios, donde los últimos aventureros de los años 60, intentaban encontrar tesoros perdidos en las selvas del amazonas, o en poblados marginales y peligrosos de ciudades hispano americanas. Algunas de las películas mas destacadas de su carrera fueron: 

Battle Beyond the Stars (1980): Sybil brilla como Saint-Exmin, una guerrera de una raza extinta que ayuda a salvar un planeta en esta space opera producida por Roger Corman. Su vestuario futurista y actitud decidida la convirtieron en favorita de los fans del sci-fi. 

Chained Heat (1983): drama carcelario de mujeres, donde interpreta a una prisionera dominante. Aunque de tono provocador, Danning aporta fuerza a su personaje y fue una de las razones por las que esta película se convirtió en un clásico del "women in prison". 

Hercules (1983): junto a Lou Ferrigno, interpreta a Ariadne en una versión kitsch del mito griego. Aunque la película fue mal recibida por la crítica, su actuación fue celebrada por los fanáticos del género fantástico. 

Reform School Girls (1986): mezcla de parodia, crítica social y erotismo, donde interpreta a la malvada directora de una cárcel juvenil. Su personaje es una caricatura de autoridad femenina despótica, en el tono típico del exploitation ochentero. 

Malibu Express (1985) y otras películas de Andy Sidaris: Danning colaboró varias veces con este director, conocido por sus thrillers de acción con espías, armas y mujeres letales.

Pero sin ninguna duda e
l papel más icónico de Sybil Danning llegó en 1985, con Howling II: Your Sister Is a Werewolf, secuela de la exitosa película de licántropos dirigida por Joe Dante.

En la peli se nos cuenta como tras la muerte de su hermana, una joven periodista, Ben White viaja a Rumania acompañado por un experto en lo sobrenatural (interpretado por Christopher Lee). Allí descubre que su hermana era una licántropa y que la reina de los hombres lobo, Stirba, planea un oscuro ritual para desatar el caos en el mundo. Stirba es una hechicera ancestral y reina licántropa, que habita un castillo gótico. Danning interpreta al personaje como una mezcla de diosa pagana, dominatrix sobrenatural y bruja mística. 

Su vestuario (un corsé de cuero negro) y su escena más célebre —cuando arranca su corsé en los créditos finales— se convirtieron en momentos de culto absoluto. El montaje repite ese clip de forma exagerada... ¡hasta 17 veces! 

Aunque la película fue recibida con críticas negativas por su guion y producción, la actuación de Danning fue elogiada como lo mejor del film. Su energía dominadora, su forma de hablar y su expresión corporal consolidaron a Stirba como una de las grandes villanas del cine pulp de los 80. 

Durante los años 90 y 2000, Danning disminuyó su actividad cinematográfica, pero se mantuvo conectada al mundo del entretenimiento. Fundó su propia compañía de producción, Adventuress Productions, con la idea de crear historias donde las mujeres fueran protagonistas activas. 

Participó en convenciones de cine fantástico, entrevistas, documentales (Skin: A History of Nudity in the Movies, 2020), y hasta hizo cameos en videojuegos o campañas publicitarias. En 2007, apareció en el tráiler falso "Werewolf Women of the SS" incluido en Grindhouse, de Quentin Tarantino y Robert Rodriguez. Era un homenaje directo al tipo de películas que ella misma había protagonizado décadas antes relacionadas con el Nazixplotation.

Sybil Danning no solo fue una actriz; fue una figura que rompió moldes. En una industria dominada por héroes masculinos, Danning encarnó a mujeres feroces, dominantes, inteligentes y, sobre todo, autónomas. Si bien el cine de explotación tenía muchos elementos cuestionables, Danning supo apropiarse de esos roles y convertirlos en símbolos de poder.

Hoy sigue siendo un nombre reverenciado en círculos de culto, con fans que valoran su carrera no solo por sus papeles, si no por el carisma que muchos de sus personajes tenían, y que la problema Danning mantenía delante de las cámaras.

Actualmente, ya retirada a sus 73 años, vive en West Hollywood, California, donde mantiene su residencia y actividades artísticas y empresariales. Además, es conocida por ser la presidenta y directora ejecutiva (COO) de su compañía de producción, Adventuress Productions. 

Isle of the Dead — Reseña del módulo para Chill

Publicado originalmente en 1984, Isle of the Dead fue una de las primeras aventuras oficiales publicadas para el juego de rol Chill, en su primera edición bajo el sello de Pacesetter Ltd., una editorial conocida por su enfoque hacia el horror gótico y el misterio sobrenatural. La aventura fue escrita por Jon Brunelle y se presentó como un módulo de 32 páginas que combinaba lo macabro con una estructura de juego clara y accesible.

Hasta la fecha, Isle of the Dead no ha sido traducido al castellano, y nunca se ha reeditado oficialmente fuera del idioma inglés. Forma parte de la línea clásica de Chill, muy apreciada por coleccionistas y fans del horror ochentero, pero rara vez licenciada o adaptada por editoriales hispanohablantes. 

La aventura traslada a los personajes jugadores a una isla apartada donde se alza un antiguo parque de atracciones clausurado, lleno de secretos, terrores y espectros del pasado. Lo que en otro tiempo fue un destino turístico vibrante se ha transformado en un lugar de pesadilla, infestado de criaturas no-muertas y fenómenos paranormales. 

Los personajes, convocados por la organización SAVE (la agencia que lucha contra lo sobrenatural en el universo de Chill), deberán investigar extrañas desapariciones vinculadas a la isla. Pronto descubrirán que el horror que se oculta bajo las ruinas del parque es más antiguo y profundo de lo que se esperaban…

Isle of the Dead se distingue por varios elementos notables: Una ambientación original: el parque embrujado: La acción transcurre en un parque temático abandonado, una idea inusual en los juegos de rol de la época. Atracciones rotas, animatronics poseídos y un ambiente de decadencia industrial dan un aire espeluznante y teatral a la aventura. 

Fantasmas y horrores clásicos: A pesar de lo innovador del entorno, las criaturas enfrentadas son clásicos del horror: espectros, zombis, apariciones... aunque algunas están presentadas con un enfoque casi cinematográfico, como si fueran sacadas de una película de terror serie B. 

Diseño modular y fácil de dirigir: El módulo incluye; Personajes pregenerados, Mapas detallados del parque, Hojas de referencia y ayudas para los jugadores, y consejos para el guardian cobre como mantener la tensión narrativa. Esto hace que Isle of the dead sea perfecto para partidas rapicas como para masters novatos. 

Por último Mezcla de humor negro y horror pulp: Aunque está enmarcado en el horror clásico, el tono del módulo admite ciertos toques de humor macabro, algo típico del estilo Chill. Puede interpretarse con un enfoque gótico serio o con un sabor más "scooby-doesco", según el gusto del grupo. 

Isle of the Dead es una aventura pequeña pero memorable, ideal para quienes buscan una experiencia de horror sobrenatural contenido con un entorno poco común. Su combinación de nostalgia, peligro y misterio la ha convertido en un clásico de culto dentro del círculo de jugadores veteranos de Chill.

martes, 8 de julio de 2025

Hellbender (2021): brujería, sangre y adolescencia salvaje en los bosques de Nueva York

En un rincón olvidado de los bosques de Catskill, Nueva York, nació en 2021 una pequeña joya del cine independiente de terror: Hellbender. Dirigida, escrita, protagonizada y musicalizada por una familia real —los Adams— esta película no solo se adentra en los rincones más oscuros de la brujería folclórica, sino que lo hace con una honestidad brutal y una estética tan cruda como poética.

Hellbender es una rara avis en la escena del terror contemporáneo. Fue realizada íntegramente por la familia Adams: John Adams, Toby Poser y su hija Zelda Adams. Juntos firmaron la dirección, el guion, la edición y gran parte de la música. El resultado es una obra profundamente personal que se siente tan artesanal como auténtica.

Rodada durante la pandemia del Covid, con medios limitados y en los propios terrenos boscosos donde vive la familia, la película encuentra en la naturaleza un personaje más: húmeda, densa, silenciosa, casi mágica. Esa atmósfera aislada y opresiva es clave para entender el viaje de su protagonista. 

Izzy (Zelda Adams) es una adolescente que vive en completa reclusión con su madre (Toby Poser). Le han hecho creer que sufre una enfermedad que la obliga a mantenerse alejada del resto del mundo. Pero la verdad es más antigua y aterradora: Izzy es una Hellbender, parte de un linaje de brujas cuyo poder se despierta con la sangre... y con la rabia. 

A medida que Izzy entra en contacto con el mundo exterior y con su propia naturaleza, comienza una transformación imparable. Lo que empieza como una historia de iniciación adolescente se convierte pronto en una lucha de poder ancestral, donde la maternidad y la magia colisionan. 

Visualmente, Hellbender es un híbrido fascinante. Combina la estética oscura del folk horror con el espíritu DIY (hazlo tú mismo) del cine punk. No faltan símbolos ocultistas, muñecos de vudú, escenografías chamánicas y secuencias psicodélicas que podrían haber salido de un videoclip pagano. Los paisajes y el entorno donde se ha rodado, es completa y absolutamente maravillosos. Bosques impresionantes, cascadas increíbles.. Una fotografía espectacular con unos colores potentes que resaltan los verdes y los tonos oscuros. Algo que da a toda la película un ambiente cargante y agónico.    

La música también es clave: el dúo musical H6LLB6ND6R, conformado por Zelda y Toby, proporciona una banda sonora con tintes metálicos y atmosféricos, que empuja al espectador a sumergirse aún más en ese universo inquietante y visceral. Es mas, la propia banda tiene algunas actuaciones en la pelicula, eso si, a modo de ensayo.. sin duda el toque rock nostálgico, le da un toque interesante para todos los que como yo, aman el rock / metal de los años 60, 70 y 80.  

Hellbender tuvo su estreno mundial en el Fantasia International Film Festival en agosto de 2021, y rápidamente captó la atención por su frescura y su enfoque único. Fue adquirida por la plataforma Shudder, especializada en terror, donde se distribuyó digitalmente a partir de febrero de 2022. 

La crítica fue generosa, The New York Times la llamó “una pequeña obra maestra de terror íntimo. RogerEbert.com la describió como “una visión aterradora del despertar femenino y el poder incontrolado". Y en Rotten Tomatoes, mantiene una aprobación superior al 95% entre críticos especializados. 

Lo que más se aplaudió fue su combinación de minimalismo técnico con ambición narrativa, su atmósfera hipnótica y la autenticidad emocional que solo puede surgir cuando una historia se vive, no solo se interpreta. Realmente es sorprendente que una película tan admosférica y siniestra, pueda haber sido rodada por solo tres personas durante la pandemia, sin prácticamente medios. 

Hellbender es más que una historia de brujas. Es un relato sobre el aislamiento, el poder, la sangre y el deseo de romper con lo heredado. Hecha con el corazón y las entrañas, esta película demuestra que, con imaginación, talento y una conexión real entre sus creadores, el cine puede seguir sorprendiendo desde los márgenes. 

Es una propuesta ideal para quienes buscan algo diferente dentro del terror: más sensorial, más simbólica, menos explicada... y mucho más poderosa. A mi me ha gustado, ha captado mi atención y me ha mantenido atrapado a la tv. No es una película de terror al uso, no tiene sustos, y la intriga se centra mas en conocer lo que pasa y descubrir que hay tras la admosfera y la propia evolución de los dos personajes protagonistas. Madre e hija..

Tampoco esperéis sangre, muertes y matanzas.. insisto, estamos ante una película admosferica de terror psicologico, donde el miedo esta mas en las emociones, y en la fuerza visual de la fotografía (por momentos onírica) que en las imágenes. Por tanto, si os gusta este estilo de cine, muy posiblemente os guste Hellbender. Si os gusta el folk horror, seguramente también encontréis el film de vuestro interés.  

A mi sinceramente me ha sorprendido, pues la portada no me transmitía demasiada confianza, pero tras darla una oportunidad, he descubierto una película muy interesante.

La venganza de Jax Colder

Jackson “Jax” Colder tenía treinta y cinco años, una figura corpulenta, la barba y el cabello largo, a media melena peinado hacia atrás. Había venido al mundo en 1935, en un rincón polvoriento del sur profundo, allá en los campos olvidados de Luisiana.

Su padre, Arthur Colder, era mecánico de vocación y devoto de los motores: motores de coches, de motos, de todo lo que rugiera y oliera a aceite y carretera. Llevaba su vida entre tuercas, sudor y humo de escape, en un taller rural cercano a Nueva Orleans, un sitio rodeado de humedad, pantanos y caimanes. Nunca tuvo el mayor percance en su trabajo, hasta una tarde de verano, cuando el sol se colaba entre los paneles de hojalata del taller y Arthur estaba por cerrar. Un cadilac negro modelo El Dorado, conducido por cuatro haitianos, aparcó en el surtidor de gasolina.

Entonces ocurrió el incidente que marcaría la vida de la familia Colder de por vida. Los desconocidos aparcaron el coche, y bajaron del vehículo reclamando la atención de Arthur. El hombre los miró desde el interior de su tienda, saliendo a su encuentro para comunicarles que el taller estaba cerrado. Sin mediar palabra uno de los delincuentes sacó una pistola y encañono a Arthur exigiéndole que abriera y les diera todo el dinero que tuviera en caja.

El sureño, tozudo como era, ex veterano de la segunda guerra mundial, no pensaba entregar nada sin plantar cara. La resistencia fue su última decisión: los disparos retumbaron contra la chapa y la sangre del viejo Colder quedó mezclada con el aceite del suelo. Cinco disparos pusieron final a su vida. La policía encontró su cuerpo tirado en su lugar de trabajo, culpando a los pandilleros de la mafia haitiana de su asesinato. Concretamente a una sub división que operaba en el barrio de Delry Hollow llamada los Brujos de Ogún.

Se trataba de un grupo temido y terrible; atracadores, y matones con numerosos antecedentes que utilizaban la magia negra y los sacrificios rituales para infundir miedo en sus rivales, con quienes se disputaban el control de los barrios de Nueva Orleans.  

La muerte de su padre se incrustó en el alma de Jax como una esquirla oxidada. Con el tiempo, esa herida se volvió algo más que dolor: se hizo resentimiento, se hizo odio racial hacia los negros, especialmente a los caribeños. A los dieciocho años, el joven dejó atrás los pantanos húmedos en los que había crecido,  y se marchó a Nueva Orleans buscando una forma de vida alejada del mundo rural.

Durante años deambuló entre empleos y calles, sin destino ni plan, hasta que una noche cualquiera, en un bar del barrio irlandés, conoció a Ernie. Ernie “Wolf”. Cincuentón de pelo blanco como la cal, ojos duros y siempre al lado de su moto cromada negra de tipo Custom. Allí, entre cerveza caliente y humo de cigarro, los dos se entendieron sin decir mucho. Ernie lo presentó a la banda que dirigía, tipos duros, barbudos y tatuados que respondían al nombre de los Southern Union.

Un día como si el destino hubiera estado esperando ese momento, no muy lejos del bar, algo estalló en la acera. Un grupo de jóvenes dominicanos increpaba a una muchacha blanca. Voces altas, risas feas, miradas turbias.

Jax, desde una esquina, se incorporó, caminó con paso firme y la mandíbula apretada.
—Fuera de aquí, putos negros – gruñó - No es lugar para que andéis molestando a nuestras chicas.

El aire se cortó. Los tipos lo miraron. Uno de ellos escupió al suelo. Otro dio un paso al frente. Lo que siguió, fue tan rápido como inevitable. En un abrir y cerrar de ojos, Jax estaba metido en medio de una pelea a puñetazos contra 4 negratas. A pesar de ello, la corpulencia del joven le permitía defenderse bastante bien. Puñetazo iba, puñetazo recibía..todo estaba más o menos controlado, hasta que uno de los pandilleros decidió poner fin a la lucha sacando una navaja.

¡Cuidado Jax! – se escuchó antes de que un hombre rompiera una botella de cerveza en la cabeza del agresor dejándolo K.O. Era Ernie Wolf y los SouthernUnion. Los moteros llegaron justo en el momento preciso, haciendo huir a los caribeños a golpes de puñetazos y bastonazos con sus bates de baseball. 

Desde ese percance, la unión de Jax Colder con la banda de los Southern sería casi de hermandad. La banda le proporcionó a Jax trabajo como portero de seguridad en distintos locales, en otras ocasiones como guardaespaldas de algunos líderes o personas influyentes de la localidad. Cuando Jax no tenía para comer, ellos le facilitaban comida, cuando no tenía donde dormir, ellos le facilitaban cama. Jackson acudió a sus reuniones y fiestas en granjas aisladas donde poco a poco se empezaban a ver los símbolos del supremacismo blanco y del KKK.

El tiempo pasó, y el adolescente de 18 años, se convirtió en una de las personas influyentes de la banda motera, la mano derecha del ya envejecido Ernie Wolf, quien tras cumplir los 67 años decidió dejarlo todo en sus manos. Para la ceremonia de entrega de poder, llegaron grupos de toda Luisiana, y de gran parte de Alabama. También granjeros blancos del mundo rural pertenecientes al Klan. Se reunieron en las ruinas abandonadas de un viejo fuerte confederado llamado Fort Ashcroft.

Allí quemaron una gigantesca cruz según el ritual del KuKuxKlan, y Ernie Wolf, entre banderas confederadas alzadas en la noche, hizo entrega de los honores como jefe de la banda de los Southern Union de Nueva Orleans a Jackson Colder.

Días después de la ceremonia, con Jax ya líder de la banda, el grupo se reunió como siempre hacían en los callejones aledaños del Pub del viejo barrio irlandés. Todo parecía ir con normalidad, hasta que un compañero llegó alterado montado en su modo para dar la triste noticia..

Ernie había muerto. Lo acribillaron al salir de su casa, sin previo aviso, sin darle tiempo ni para tocar el pomo de la puerta, antes de llegar a su moto. Habían sido los brujos de Ogún, decían las autoridades. Esos perros mal nacidos, basura inmigrante que vivía parasitando la sociedad y creando focos de delincuencia. Hijos de la noche, traficantes de cuerpos y almas, de drogas y de mujeres. Lo dejaron tirado como un perro bajo la lluvia.

La noticia corrió rápido. Y la sed de venganza no tardó en encenderse.

Jax convocó a los suyos aquella misma noche, en los pantanos detrás del viejo fuerte Ashcroft. El lugar olía a madera húmeda, musgo podrido y secretos viejos. Todos querían lo mismo: sangre por sangre.

Pero la Southern Union de Nueva Orleans no tenía capacidad real para ofrecer una lucha igual contra la poderosa mafia de haití. Ni sus motos ni sus chaquetas les daban el músculo necesario para ir de frente contra la mafia caribeña y sus asesinos a sueldo, los brujos de Ogún.

Intentaron llegar a alianzas con las naciones arias, y algunos grupos supremacistas como los milicianos de Alabama, pero nadie quiso ofrecer su ayuda a los moteros. A la hora de la verdad, estaban solos, completamente solos.

Así que Jax tomó una decisión. Iba a usar el arma de su enemigo contra ellos mismos.

Una noche, pensativo y aislado, recordó algo. Una memoria enterrada bajo el polvo del tiempo. Cuando era niño, allá en la Luisiana rural donde aprendió a cargar una escopeta antes de leer una Biblia, había conocido a un hombre negro. El único con el que en su corta vida, había sentido algo parecido al respeto y la amistad.

Se llamaba Marcellus. Vivía solo, en una cabaña de madera olvidada por Dios y por el gobierno, al borde del pantano. Decían que era pescador. Otros decían que era algo más, un brujo vudoo respetado por su comunidad… Sea como fuere, nunca le importó demasiado a joven Colder. Jax, entonces apenas un mocoso, solía escaparse de su casa para ir a visitarlo. Le gustaban sus historias de espíritus, de cosas que caminaban en la oscuridad, de esclavos que habían traído sus dioses encadenados desde África, y a  los que al ritmo de los tambores, rezaban todas las noches en lo profundo de los solitarios bosques de los pantanos de Luisiana.

Historias que hablaban de poder. Poder viejo. Poder prohibido. El mismo niño había visto cosas sorprendentes y difícilmente explicables. A su memoria llegaba ahora, como una de las noches, varios hombres arrojaron un polvo blanco a un gato muerto, consiguiendo que el animal resucitara. O como había visto levitar con los ojos blancos a un haitiano poseído por el espíritu de un demonio ancestral.

Ya de adulto, Jax pensaba en aquellas palabras, rituales y visiones como quien recuerda una herramienta olvidada en el fondo de la caja. Y esa herramienta, tal vez, era justo lo que necesitaba para desatar una guerra diferente. Una guerra con olor a fuego, acero y vudú.

De aquellos años perdidos en la memoria, Jackson recordaba bien una historia que Marcellus solía contar junto al fuego, con la voz baja y los ojos entrecerrados por la sabiduría y el miedo. Hablaba de un espíritu antiguo, una bestia que vagaba entre el barro y la niebla de los pantanos: el LoupGarou. Decían que era capaz de matar a diez hombres sin pestañear. No era un animal, no del todo. Era un espíritu que poseía el alma de los hombres si un bokor pronunciaba la maldición correcta… o les daba de beber una pócima maldita.

Ahora, tantos años después, Jax necesitaba creer en esa historia, y recurrir a la magia negra para enfrentarse a los brujo haitianos de Ogún. Era momento de encender el motor, de lanzarse a las carreteras solitarias que serpenteaban entre los bosques espesos y los pantanos de Luisiana. El camino era largo, pero el recuerdo era claro. Sabía dónde encontrar a Marcellus.

Treinta años habían pasado desde la última vez que se vieron: un niño blanco, curioso y sin odio todavía, y un hombre negro, viejo ya por dentro, que vivía solo en una cabaña de madera a punto de derrumbarse. Pero cuando Jax llegó, Marcellus lo reconoció al instante.

Bienvenido, Jackson —dijo con voz grave—. Sé a lo que vienes. Los espíritus de la noche me lo susurraron en sueños. Lo tengo preparado. Pasa, hace mucho que no nos vemos.

Y así fue.

Se sentaron en el interior de la cabaña, entre frascos polvorientos, cruces de San Andrés y dibujos de tiza en el suelo. Hablaron largo. Recordaron tiempos más simples en los que ambos habían sido felices, cuando los fantasmas aún no caminaban sobre dos piernas y la sangre no manchaba tanto la memoria.

Al caer la noche, Marcellus se levantó sin prisa. – Bien, ha llegado el momento – dijo. Se dirigió hacia una alacena oscura y sacó un frasco de cristal. Dentro, un líquido espeso, amarillento, parecía latir bajo la luz de la lámpara.

Esto es lo que has venido a buscar, Jax —dijo con seriedad—. Lamento que la vida siempre termine en guerra y violencia. Por eso me aparté del mundo. Por eso vivo aquí. También lamento lo que le pasó a tu padre. Era un buen hombre. Me ayudó más veces de las que puedo contar. Rezo todos los días por su alma. Rezo a los Loas, y al Papa Legba.

Marcellus le sostuvo la mirada.—Ten cuidado. Todo lo que haces en esta vida tiene un precio y una consecuencia en el más allá..

Jackson no respondió. Solo asintió. Se puso en pie, cruzó la habitación, y abrazó al viejo pescador por última vez. Luego, sin una palabra más, salió al porche de la destartalada casa de madera, subió a su moto y volvió a encender el motor.

Durante el camino de regreso, las palabras de Marcellus resonaban en su cabeza como el eco de un tambor antiguo:

Espera a la luna llena. Sirve la pócima en agua o alcohol. Bébela durante la noche... y espera el cambio. Pero recuerda, muchacho: en el momento en que cruces de la luz a la sombra, no habrá vuelta atrás. Piénsalo bien, Jackson. Papa Legba me mostró tu camino. Tu familia camina en la luz al otro lado, en el mundo de los espíritus. Si traspasas esa puerta... ya nunca volverás a verlos tras tu muerte.

Días después, Jackson reunió a todo el club motero en las ruinas del viejo Fuerte Ashcroft. Esta vez no solo estaban los suyos: entre los presentes había también simpatizantes del Klan, rostros endurecidos por los años, por la calle y por el veneno de la ideología. El aire olía a pólvora seca, cuero viejo y rabia contenida.

Allí, bajo las vigas podridas y las banderas olvidadas del sur perdido, Jax habló.

Les habló de venganza. Les habló de una guerra que estaba por comenzar, una guerra para “recuperar la ciudad”, para “liberarla de los crímenes y la brujería de los haitianos”. Sus palabras eran cuchillas envueltas en retórica. El enemigo tenía nombre: los brujos de Ogún.

—Yo tengo el modo de borrarlos del mapa —dijo.

Entonces sacó el frasco que le había entregado Marcellus, el viejo del pantano con los ojos blancos y la voz como piedra mojada.

Jackson destapó el recipiente con lentitud, y vertió su contenido en una botella de cristal grueso, ya cargada con whisky fuerte. El líquido oscuro se mezcló con el alcohol como una sombra disolviéndose en fuego. Luego la agitó y la sostuvo en alto.

—Beban, hermanos. Esta noche empezamos a cambiar la historia.

Hubo silencio.

Solo el crujir del viento entre los árboles, las llamas de las fogatas, y el leve goteo de la botella marcaban el ritmo de lo inevitable.

Las miradas eran todas iguales: cejas fruncidas, ojos entrecerrados, rostros cargados de escepticismo. “Jax se ha vuelto loco”, parecía ser el pensamiento común flotando en el aire.

—¿Esto es lo que nos traes? —dijo uno—. ¿Estas son las armas con las que vamos a matar a los brujos de Ogún?—Preferimos pistolas, Jax.

Las voces eran roncas, incrédulas. El ambiente olía a humo de cigarro, y sudor fruto de la humendad... Aquello no se parecía a ninguna preparación de guerra que conocieran.

Pero alguien —quizá por orgullo, quizá por curiosidad— fue el primero en beber. Al segundo lo arrastró el instinto de manada. Y después vino un tercero, y otro más. En pocos minutos, la botella pasó de mano en mano, vaciándose con resignación y muecas de burla.

Nada ocurrió.

Las risas empezaron como murmullos y se convirtieron en carcajadas. Se burlaban de Jax, de la botella, de la idea misma de enfrentar a hechiceros con brebajes en lugar de balas. Todo parecía una broma mal contada.

Hasta que llegó la medianoche.

La luna llena se alzó con una claridad brutal sobre los restos del viejo Fuerte confederado de  Ashcroft, donde, en otros tiempos, los dragones encapuchados del Klan y los moteros de la Southern Union se habían reunido bajo las sombras para tramar su guerra ancestral

Fue entonces cuando todo cambió.

La risa murió en seco. Los cuerpos comenzaron a temblar. Algo profundo, primitivo y salvaje despertó en sus entrañas... y el verdadero ritual comenzó.

Los hombres de Jackson, enfundados en sus chaquetas de cuero y apoyados sobre sus motos, comenzaron a sufrir espasmos violentos, como si algo los desgarrara por dentro. Uno a uno, cayeron al suelo entre contorsiones y gritos ahogados. El propio Jax se retorcía sobre el suelo, víctima de un dolor indescriptible que le quebraba los huesos desde dentro.

Fueron solo segundos… pero se sintieron eternos.

Después, vino el silencio. La oscuridad. Perdieron el conocimiento.

Cuando despertaron, algo había cambiado.

Jax fue el primero en abrir los ojos. Lo que vio lo dejó sin aliento: sus amigos ya no eran hombres, al menos no del todo. Eran criaturas —bestias— mitad humanos, mitad animales, envueltos en músculos tensos y cubiertos de vello oscuro. Tenían colmillos. Garras. Ojos brillantes como carbones al rojo vivo.

Miró sus propias manos y ya no eran manos: eran garras.

Sus sentidos se habían desbordado. Podía oler cosas a kilómetros de distancia, distinguir cada sonido a cientos de metros, incluso el aleteo de un pájaro en la noche. Su cuerpo rebosaba una fuerza salvaje, como si mil toros embistieran dentro de su pecho. Y su vista... su vista atravesaba la oscuridad como si fuera pleno día.

De su interior salió una necesidad, aullar a la luna como un lobo que reclama la reunión de su manada antes de salir de caza. Y sin pensarlo mucho, todos los hombres reunidos, vestidos aun con sus chaquetas de cuero bajo la piel y las garras de  bestias, acudieron a la llamada del líder. No hizo falta hablarles en la lengua de los hombres, esa lengua ya no les pertenecía. Ahora se entendían por gestos, por olores, por un instinto común que latía bajo su piel.

Y así fue como los guerreros de la hermandad blanca, montaron en sus motos transformados en hombres lobo, y se dirigieron a cazar a los brujos de Ogún a los suburbios haitianos de Nueva Orleans. Sus vidas ya no iban a ser como habían sido hasta la fecha nunca más. Su mundo había cambiado, ya no eran hombres.. Eran criaturas que caminaban como hombres en el mundo de los hombres, pero que con la llegada de la luna llena.. se transformaban en bestias salvajes ansiosas de sangre, violencia y carne humana.

Al día siguiente la policía de la ciudad llegó al lugar del crimen, descubriendo la matanza ocurrida. 300 personas habían sido despedazadas salvajemente, mutiladas, degolladas a mordiscos, descuartizadas en un frenesí de violencia nunca visto antes. Algunos habían sido semi devorados, sus partes nunca aparecieron.. Las autoridades que investigaron el suceso no encontraban una explicación. Concluyeron que una manada de perros salvajes gigantes habían atacado a los brujos de Ogún. Destrozando y desarticulando a la mafia haitiana en una sola noche. Esa al menos fue la versión oficial que apareció publicada en los periódicos de todo el estado.

Relato escrito por Alvar Ordoño 2 del 6 del 2025